Rebelarse contra el Señor resulta caro. La ley divina de las consecuencias es que cosechamos lo que sembramos, más de lo que sembramos, después de sembrarlo. Y este principio es inmutable, ya sea que usted crea o no en Dios. Dios toma muy en serio la desobediencia, pues ella tiene graves consecuencias. Como Soberano del universo y nuestro amoroso Padre celestial, Él tiene en mente solo lo mejor para nosotros. Por eso, rebelarse contra el Señor es una insensatez. Las personas sabías viven de acuerdo con la Palabra de Dios y, por tanto, la obedecen (Sal 119.9).
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