La familia es la base de nuestra personalidad. Ya nos podemos creer un dechado de innovación y originalidad que nunca dejamos de ser un destilado del germen identitario que corre por las venas de nuestros ancestros. Saber quién eres no es fácil cuando te has forjado una imagen de ti mismo sustentada por las etiquetas que, como improntas imborrables, te han ido labrando en el alma desde siempre. El conocimiento de quienes somos empieza por comprender cómo funcionan nuestras emociones y pensamientos. La coherencia a la hora de guiar = educar es vital para dar ejemplo al niño, dado que a partir de los parámetros que le proporcionemos va a crear su propia identidad. Es responsabilidad de cada uno conectar con su yo verdadero, con su observador inmaculado, ese corazón inocente capaz de ver con los ojos de la inocencia, para soltar al ego que, con la ceguera propia de un déspota, maneja inconscientemente la batuta de las decisiones que determinan nuestra vida.

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