¿Qué tal si hoy fuera 6 de septiembre del año 3518 y yo siguiera vivo?  Un día como hoy, sería un señor de 1536 años que, para bien o para mal, habrá vivido demasiado. Para bien, con dos siglos en la tierra habré perfeccionado mis destrezas de preparar café. Para mejor, a esas alturas de algo podré decir que se mucho. De la Biblia, de series de Netflix, de podcasts, de algo de seguro sabré. Para mal, se habrán agravado los despistes que ya sufro. Para peor, habré perfeccionado mi carácter mal humorado y el cinismo que tanto desespera a mi esposa en la actualidad.  Ciertamente la práctica nos hace mejores en todo lo bueno y lo malo que hacemos. La ley de la eternidad no es la excepción.

“Hay muchas cosas sobre las que no me haría falta molestarme si fuera a vivir sólo setenta años, pero por las que más valdrá que me moleste, y mucho, si voy a vivir eternamente.”— C.S. Lewis

C.S. Lewis, el creador de las Crónicas de Narnia, en un ensayo sobre la moral de su libro Mero Cristianismo, reflexiona sobre la creencia cristiana en la eternidad, y dice: “Hay muchas cosas sobre las que no me haría falta molestarme si fuera a vivir sólo setenta años, pero por las que más valdrá que me moleste, y mucho, si voy a vivir eternamente.”  ¿Será posible que mi orgullo y mi dificultad para reconocer mis errores hoy, siga creciendo gradualmente hasta resultar imperceptible lo equivocado que puedo llegar a estar al pasar los años? Tal vez, vamos empeorando gradualmente y sutilmente y es fácil engañarnos a nosotros mismos por la urgencia de lo inmediato. Lewis concluye su pensamiento diciendo que si el cristianismo es verdadero, la trayectoria de nuestra alma hacia la autodestrucción no puede resultar en otra cosa que lo que la Biblia literalmente llama un infierno.

A principios del 1900, el escritor inglés G.K. Chesterton fue invitado a un periódico de Londres para escribir un ensayo respondiendo a la pregunta, “¿Qué está mal en el mundo?”  Curiosamente él respondió con un ensayo de cuatro palabras: “Queridos señores, soy yo.”  Podemos pensar en la eternidad o el infierno como aspectos perturbadores de la fe cristiana. Pero desde los ojos de un Dios santo que nos ama y siempre ha vivido en la eternidad, el efecto destructivo de nuestro pecado resulta el aspecto más perturbador.  El evangelio pone la realidad en su justa perspectiva: Dios es bueno y nuestro pecado es destructivo. La tumba vacía nos dió todas las posibilidades de cambio a nuestro favor. Nuestra sanidad comienza con el arrepentimiento y la practica nos prepara para la eternidad, un día a la vez.

Este post fue inspirado por esta canción de Santiago Benavides.